Los hepatólogos alertan de que la epidemia de obesidad en edades tempranas, factor principal de riesgo del hígado graso, afecta ya al 30 % de los niños y adolescentes españoles.
El hígado graso es una enfermedad caracterizada por la acumulación de grasa en las células hepáticas. Esta condición puede presentarse como hígado graso no alcohólico, que no está relacionada con el consumo de alcohol, o como hígado graso alcohólico, que sí está vinculado al consumo de alcohol.
Manuel Romero, presidente de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) advierte del aumento exponencial de estas cifras conforme se vayan manifestando las consecuencias de la epidemia de obesidad infantil.
Una enfermedad silenciosa
El gran reto con esta patología, como en general con todas las enfermedades del hígado, es que es silente.
Sus síntomas son inespecíficos y no se manifiestan hasta que el hígado presenta un daño elevado.
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Además, en el caso de los niños, las pruebas de detección, a pesar de que han mejorado y simplificado enormemente la capacidad de diagnóstico, no se muestran tan fiables y precisas como en personas mayores.
Un diagnóstico temprano y especialmente en niños y jóvenes es esencial, pues un cambio en la dieta y la actividad física a tiempo en pacientes con enfermedad hepática metabólica permite revertir la enfermedad en más del 80 % de los casos.
Preocupación por la edad temprana
Los hepatólogos explican que en España el hígado graso se empieza a dar entre los 6-8 años y alcanza su mayor nivel de prevalencia ente los 10-12 años, mejorando en la adolescencia gracias a los mayores niveles de ejercicio físico.
“La irrupción de esta enfermedad en niños de 6-8 años es un fenómeno tan preocupante como inédito, ya que la prevalencia del hígado graso siempre se ha concentrado entre los 40 y los 80 años. La aparición de una prevalencia de hasta el 3 % en menores de edad augura una verdadera eclosión de esta patología en adultos”, explica la doctora Rocío Aller, secretaria científica de la AEEH.
En la actualidad, los profesionales estiman que el hígado graso afecta ya a más de 10 millones de españoles, de los que cerca de dos millones presentarían inflamación del hígado (esteatohepatitis) y, de ellos, 400.0000 presentarían ya una cirrosis hepática.
“Es duro decirlo, pero estamos fabricando enfermos. Si no cambiamos los hábitos de consumo y los estilos de vida, la obesidad y la tasa de diabetes se va a multiplicar y, con ellas, las de prevalencia del hígado graso”, indica el doctor Manuel Romero.
Complicaciones
El problema fundamental del hígado graso en un niño es que es un factor predictivo de riesgo para el desarrollo de complicaciones en la edad adulta.
El presidente de la AEEH señala que estas problemáticas pueden ir desde desarrollar una fibrosis avanzada y las complicaciones derivadas de ella hasta una cirrosis y la posibilidad de que se requiera un trasplante hepático.
Por otro lado, esta enfermedad puede progresar en la vida adulta a cáncer extrahepático y aumentar el riesgo de cáncer de páncreas, de colón y de mama en las mujeres.
Por último, también puede aumentar el riesgo cardiovascular y la posibilidad de tener un infarto o un ictus a lo largo de la vida adulta.
La solución: un estilo de vida saludable
Manuel Romero explica que el primer problema del hígado graso en menores es sobre todo el futuro, ya que en la edad adulta van a tener muchas posibilidades de desarrollar enfermedad hepática avanzada y otras complicaciones asociadas al hígado graso como la enfermedad cardiovascular o la neoplasia.
“Es muy importante concienciar a la sociedad, no solo a los niños y a sus padres, de que esto es un problema real y debemos incorporar a nuestra forma de vida un estilo saludable, basado en una dieta mediterránea y evitar productos ultraprocesados y bebidas azucaradas”, indica el presidente.
El hepatólogo afirma que está demostrado que si un niño de 10 o 12 años “se pone las pilas” y lucha contra la obesidad, perdiendo peso, haciendo ejercicio físico de manera regular y consumiendo una dieta equilibrada, el riesgo de padecer la enfermedad en la vida adulta disminuirá.
Además, el experto añade que la genética es un factor muy importante. Hay un gen PNPLA3 llamado gen de la adiponutrina que regula el riesgo de desarrollar hígado graso.
“Cuando un niño nace con este gen, resulta que si hace dieta y ejercicio con el paso de tiempo va a tener una mayor posibilidad de responder a la enfermedad que si no mantiene una vida saludable que provocará el efecto contrario”, subraya Romero.
Alarmante enfermedad hepática relacionada con el alcohol
A los especialistas, además del hígado graso, también les preocupa la enfermedad hepática relacionada con el consumo de alcohol.
Ambas enfermedades han desplazado a las hepatitis virales como principal causa de cancer de hígado, cirrosis e indicación de trasplante.
Además, la incidencia de estas dos patologías no solo está avanzando, sino que lo hace a edades cada vez más tempranas, como se ha mencionado anteriormente.
Prevención y detección
Los hepatólogos explican que el objetivo fundamental es incidir en el cambio en los estilos de vida y comportamientos que están detrás del incremento de las enfermedades hepáticas no víricas.
Consideran esencial abordar de forma muy seria el consumo de alcohol en edades cada vez más tempranas.
Igualmente, los hepatólogos creen imprescindible intervenciones decididas en la prevención de la obesidad, que está detrás de la progresión del hígado graso.
En relación con la detección precoz, la AEEH hace hincapié en la necesidad de hacer un cribado de enfermedad hepática en todas las personas que presentan factores de riesgo, como la diabetes, obesidad o abuso en el consumo de alcohol.
“El principal mensaje que queremos trasladar es que la mayoría de las enfermedades del hígado pueden prevenirse y tratarse a tiempo y que para lograrlo lo primero es aumentar el nivel de conocimiento y concienciación por parte de todos, empezando por nuestros representantes políticos”, indica el presidente de la AEEH.
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