El arrase reeleccionista
La reelección presidencial, no solo la de ahora, la de siempre, tiene como característica fundamental que arrasa con casi todo. Antes de que arranque oficialmente la campaña electoral para la presidencia de 2024, la cuenta a cargo de la reelección va en crecimiento vertiginoso.
El último caso fue el del director de Promipyme, Porfirio Peralta, que organizó un sorteo para recaudar fondos para financiar el proyecto de reelección.
Parte de la logística consistía en obligar a los empleados de esa institución a vender los boletos, en violación a la ley de Función Pública y del Régimen Electoral. El presidente ayer destituyó al referido funcionario.
En el principal acto por el 179 aniversario de la Constitución, el presidente de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, Juan Pablo Uribe, dedicó su discurso a promover la reelección del presidente Abinader, en presencia del gobernante.
El acto de Zorrilla Ozuna en el que hizo jurar en público al presidente de la República que lo nombraría en el gobierno ahora y después, ha sido de los eventos más bochornosos.
De seguro que las consecuencias serán que, por lo menos ahora, no les saldrá nombramiento a ninguno de los que se sirvieron con la cuchara grande en los 20 años de gobierno del PLD.
Del financiamiento económico de la reelección no deben excluirse las pérdidas por el cierre de la frontera con Haití para los productores y comerciantes. Según los datos oficiales entre el comercio formal e informal, el intercambio con Haití representa alrededor de mil 500 millones de dólares al año.
En casi dos meses que lleva paralizado el intercambio comercial sumarían, más o menos, 200 millones de dólares, que calculado en pesos superan los 11 mil millones.
Las reelecciones son caras, antes y ahora. El tope de gasto para la campaña presidencial en 2020 fue de 920 millones de pesos.
El costo del cierre de la frontera y otras medidas con ese mismo aroma, deberían computarse a los gastos de campaña, porque una cosa es el gasto oficial que se reporta a la JCE y otra la realidad de los gastos, en especial desde el poder.
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